PA' LA CHICA MULET
Es que tú no me vai a creer huevona, te juro por Dios, si apenas lo creo yo, así que imagínate. No hay caso, no puedo entenderlo, cómo hay gente que puede cambiar tanto, ¿cachai?... Si mi vieja tiene razón: cuando la gente nace loca, nace loca. Cuestión genética. Pero lo que yo no cacho es cómo alguien que nace decente, de buena familia, tú sabís, como nosotras, mejor incluso, puede volverse tan... no sé, tú cachai, cómo esta comadre de la que te estaba diciendo, esta amiga mía, pudo cambiar tanto, ciento cincuenta por ciento, una cosa impresionante que no se explica, como lo que te dije el otro día, pero tú no sabís nada, no alcancé a contarte, con lo del sábado lo supe todo y hasta me puse a averiguar si todo era verdad, revisé los diarios, te juro, a la hora del almuerzo, lo leí cagada de miedo, pero déjame seguir...
.... Bueno ya, pidamos otros dos; pero no tan secos, capaz que nos curemos, mira que con esto de recortar diarios no he almorzado nada, he estado super preocupada, te digo. Incluso don Edmundo me preguntó si tenía algo, me sentí más mal, última; imagínate averigua algo, puede pasar cualquier cosa, quedaría como chaleco de mono y... oye, no es por pelar galla, pero fíjate que esas comadres que recién entraron, seguro son putas, yo o sé cómo las dejan entrar, ese tipo de minas les baja el nivel. Observa a la del buzo de cuerina, se parece a la Nelly, la de contabilidad, ¿no encontrai?, chula de mierda. Para mí que se tira a ese gallo nuevo, de finanzas, que antes estaba en la sucursal de Coquimbo. Pero mira a ésta, fíjate en las uñas: azules. Lo peor. Típico de minoca de villa rasca. Después las huevonas se creen la raja por andar metidas acá arriba, cuafas de mierda, lo único a que vienen es a buscar ejecutivos lateados. Me sacan de quicio, arribistas, calentadoras de huevas. Yo no entiendo cómo la Rocío se metía con gallada como ésta, incluso más última porque por lo menos esas chulas se arreglan y no cachan nada de nada, sólo leen Vanidades, esa onda, en cambio estos tipos andaban con ponchos y huevás chilotas con olor a oveja y a vino caliente, recitando manifiestos todo el día, leyendo libros rusos, de esos que se desarman, enfermo de densos y puntudos. Realmente me repelen...
.... Bueno ya, pidamos otros dos; pero no tan secos, capaz que nos curemos, mira que con esto de recortar diarios no he almorzado nada, he estado super preocupada, te digo. Incluso don Edmundo me preguntó si tenía algo, me sentí más mal, última; imagínate averigua algo, puede pasar cualquier cosa, quedaría como chaleco de mono y... oye, no es por pelar galla, pero fíjate que esas comadres que recién entraron, seguro son putas, yo o sé cómo las dejan entrar, ese tipo de minas les baja el nivel. Observa a la del buzo de cuerina, se parece a la Nelly, la de contabilidad, ¿no encontrai?, chula de mierda. Para mí que se tira a ese gallo nuevo, de finanzas, que antes estaba en la sucursal de Coquimbo. Pero mira a ésta, fíjate en las uñas: azules. Lo peor. Típico de minoca de villa rasca. Después las huevonas se creen la raja por andar metidas acá arriba, cuafas de mierda, lo único a que vienen es a buscar ejecutivos lateados. Me sacan de quicio, arribistas, calentadoras de huevas. Yo no entiendo cómo la Rocío se metía con gallada como ésta, incluso más última porque por lo menos esas chulas se arreglan y no cachan nada de nada, sólo leen Vanidades, esa onda, en cambio estos tipos andaban con ponchos y huevás chilotas con olor a oveja y a vino caliente, recitando manifiestos todo el día, leyendo libros rusos, de esos que se desarman, enfermo de densos y puntudos. Realmente me repelen...
... ¿A ver?, ¿qué hora es? Descueve, después tomamos un taxi, yo pago, pero déjame contarte huevona, que si no, reviento. Este tipo de cosa no sucede siempre. Además a ti te encantan los cachuines, soi la reina del pelambre en la oficina, no te vengai a hacer la desinteresada ahora, yo te cacho, no podís ser tan mala amiga, no podís ser tan maricona....
.... Veamos... pásame otro pucho. Se suponía que lo iba a dejar pero nunca, pelar sin fumarse un cigarrito es como imposible, ¿no creís?, como que nada que ver... Bueno, la cuestión galla es que el sábado me llamó una amiga, la Marisol Lagos, tú no la conocís, me hice amiga de ella en un Pre, en el Ceaci, pero igual no me dio el puntaje, total, media huevá, gano el doble que todas esas huevonas de mis compañeras de curso que entraron a la universidad, se sacaron la cresta y media y ahora están muertas de hambre, andando en micro, haciendo el ridículo más grande... Bueno, hay para todo, ¿no? digo yo, cada uno cava su propia tumba... Bueno, déjame contarte de esta galla, la Marisol Lagos, más loca que una cabra. Tampoco entró a la universidad, así que se dedicó al arte, a puro huevear, a pintar poleras y diseñar abrigos y cuestionas así, moda, que vende cualquier cantidad. Después se metió a teatro de puro loca, pantomima, esa onda. Ahora trabaja en una galería en Bellavista, lo pasa la raja, de miedo, conocer a todo el mundo, la cachá de gente conocida, famosa, Incluso la Raquel Argadoña es amiga suya, siempre le va a comprar. A quien no conoce esta galla, ubica a la gente más extraña de este país, que es más de la que te imaginai. La Marisol lo pasa regio, ni trabaja, puros cocteles, exposiciones, premieres, festivales, qué sé yo. La cuestión es que me llamó esta galla para invitarme a una cita a ciegas, a un carrete new wave, una huevá de pintores, un especie de inauguración de cuadros con fiesta y música, de un grupo más raro que la chucha, como de la onda argentina, supongo, para bailar. Yo le dije que sí, tú sabis, para que después me llame este huevón del Hernán y nos descueremos por teléfono, no valía la pena. Así que me traté de vestir lo más loca posible, onda punk, taquilla, cualquier cosa para no parecer fuera de foco, un look como lo vende la Paula Zobeck. Le pedí a mi hermano chico que se jura Soda Stereo, su gel. El pendejo me lo vendió, pero igual se la saqué gratis y me hice un peinado para cagarse de la risa, como espinudo, aunque con el calor que hacía se me deshizo y llegué a la casa con pinta de bataclana barata. Lamentablemente, pero bueno...
La Marisol es más loca que un tiro, mucha careta y esa onda para caer bien. Saludó a todo Chile y a varios huevones de la tele. Coqueteó firme con ene tipos y eso que se está afilando a otro huevón, un productor musical el descueve, super rico el compadre, como mezcla de intelectual y boxeador, con una cola de caballo atrás. El tipo que se suponía que era para mí era más que extraño, te juro que te cagai en tres tempos. Onda marciano, maraco, drogadicto, yo no caché. No era feo, pero tenía todo el maquillaje corrido y empezó a ajalar coca ahí mismo, sacó una cucharita y me convidó. Super exótico el compadre, ¿no encontrai?, pero como que me urgí la muy huevona, no tengo idea por qué, total, todo el mundo jala, cosa de ir al Oliver, pero bueno, que querís, así soy yo, conservadora. El gallo este, olvídate como se vestía, una jardinera naranja sin nada debajo, te juro, se agachaba y se le veían todas las huevas, pero le daba lo mismo, porque dicen que todos esos artistas van a una playa nudista y se meten todos con todos, hombres con hombres, mujeres con mujeres, da lo mismo y pintan las rocas con cómics y tonteras. El huevón ni me pescó, partió a juntarse con un uruguayo que bailaba hecho una loca y ''querido'' pa' acá y pa' allá y yo, al medio, sintiéndome como el forro, parando el dedo, así que atiné, di una vuelta por el galpón y me dediqué a mirar las pinturas, paredes enteras rayadas, cuestiones como de cabro chico, no entendí ni pico, unos mamarrachos super raros. Atiné, entonces, a cachar la onda que se estaba tejiendo; la decadencia misma. Ni en Nueva York. Estaba esta tipa nueva, la que hace de mala en la teleserie, reventada hasta decir basta. Chata, tirada en el suelo. Se veía última de carreteada. Y todo el mundo en el mismo volón: piteando, tomando, unos punks medios rascas quebraban botellas, otros se empujaban y se pegaban, cualquier onda, como de película, galla. Por suerte empezó el show y salieron unos huevones rajas de cocidos -o inyectados, no sé-, unos pendejos esqueléticos, rapados, todos sucios, llamados Los Pinochet Boys que le escupían al público. Todos pedían más. Después del grupito este, que ni se sabían las letras de las canciones, apareció otro grupo; Degeneración espontánea. Ahí no más. Pero cuando voy cachando que el que toca el bajo, así medio escondido, con una camisa llena de figuras, de ésas que venden en Fiorucci, ¿las ubicai?, es un huevón que conozco. ¿Adivina quién?
Me trae dos traguitos más porfa.... un millón, gracias... Como te decía, resulta que el compadre este, con el pelo corto como milico a un lado, crespo y largo al otro, es-o era- el marido de la Rocío Patiño, esta super amiga mía del colegio, esta huevona de la que yo te he hablado. Así que de ahí que te podís andar imaginando la impresión, galla; estaba más cachuda que la cresta por saber qué hacía este huevón, Ismael se llama, en una parada como esa y con ese corte de pelo. Ahora para qué te cuento cuando el compadre se largó a hablar... si eso que la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, es verdad. Te juro. No puede ser más cierto, cosa de fijarse en la Rocío Patiño no más.
Pero déjame empezar de cero... No puedo ser tan maricona, si esto es super serio, trágico, te juro. No me hagai reír. Después vas a ver que tengo razón... no voy a demorar demasiado, tres o cuatro puchitos más... si aún es temprano, falta un poco para el toque. Además, igual no tenís mucho que hacer, así que qué te importa. Déjame seguir; bueno como ya sabís, con la Rocío éramos amigas, pero amigas desde el colegio, poto-y-calzón; amigas de toda la vida. Si hasta nuestros padres se conocían desde siempre, hasta del club porque la Rocío -mira la bruta con suerte- vivía en una casa que no te la creerías, fabulosa es poco, como para Vivienda y Decoración, una cuadra entera en Los Dominicos.
En esa época, te hablo del 78-79 ponte tú, como en Primero cuando ya éramos amigas porque, ¿a ver?, yo entré en Sexto, y después en Séptimo, sí, claro, ya en Primero Medio, íntimas que rato, inseparables. Me acuerdo que en ese tiempo había un toque, bueno, igual que ahora no más, una lata, mucho peor, pero igual nos arreglábamos para pasarlo bien, salir con chiquillos -encuentro tan cuma esa palabra-, con gallos, carretear, vida nocturna. Típico íbamos al cine, a patinar al Shopping, ¿dime que nunca fuiste?, ¿te acordai? Era la papa, iba todo el mundo; no como ahora, super pasado de mida, una lata Todavía no pololeábamos y nadie manejaba aún -creo que ella nunca aprendió; bien huevona, teniendo tantos autos, digo yo-, así que dependíamos de los viejos para que nos fueran a buscar. No nos dejaban andar con tipos en taxis. Menos en micro. Super cartuchos, tan huevones los viejoes, que no lleguen tarde, tempranito en la casa, mijita, cuando no saben acaso que los hoteles abren de día y que si uno quiere echarse una cacha -dime que no, galla- puede ser a las tres de la tarde, cagada de la risa, sin ningún problema. Además tanto cuidado, tan urgidos, si al final el tiro les salio por la culata... Siempre preocupados de las amistades, de qué nivel eran, si eran GCU, de colegios privados. A todo control. Pobre que saliéramos con algún hijo de un empleado público. Éramos más fijadas. Así nos criaron, los tipos debían ser del Verbo Divino para arriba. Mi hermano, pobre jetón, en cambio, por hacerse el rebelde, terminó casándose apurado con esa chula de la Valeria -se casaron de ocho meses, cara de raja- y allá lo tenís viviendo en no sé qué mierda de paradero de Santa Rosa. Claro que esto fue hace diez años porque la Rocío con lo clasista que era, ni saludaba a la Valeria. La miraba en menos. Después, puchas la sorpresita que nos vino a dar.
La Rocío en esa época viajaba a cada rato, onda todos los veranos. Su viejo era dueño de una empresa importadora y traía tragos, chocolates, equipos de música. Tenían cualquier plata. Bueno, en esa época todos teníamos. Así que siempre traía cualquier cantidad de cosas de Estados Unidos, cuestiones que aún no llegaban a Chile. revistas, cuadernos con la Farrah Fawcett en la portada, cigarrillos. Era el tiempo de la Donna Summer y los Bee Gees, se compraba todos los álbumes de moda. Gracias a Dios que es viernes, Grease y ropa super taquillera para ir a bailar onda disco. Como ella tenía ene ropa, me prestaba y salíamos a bailar. Nos veíamos el descueve, dejábamos la tendalada...
¿Querís otro? Yo pago. Sí, en realidad, esperemos un rato más, yo también estoy media curada... increíble... bueno, como te decía, la papa era la Disco Hollywood. Quedaba en Irarrázaval, si sé, no es culpa mía. Por eso fuimos sólo dos veces. Después la Rocío se puso a pololear y Juan Luis encontraba de rotos la onda disco, como de portoriqueños, de latinos. No dejaba de tener razón, te digo, porque la verdad es que se chacreó, se llenó de chulos con brillos, el huachaca look, así que decidimos refinarnos y filo con la Hollywood y nos saltamos el furor de la salsa que, por suerte, duró repoco.
Sai que me acuerdo de una vez, hablando con la Rocío -creo que estábamos en el Giratorio, tomando unos tragos como ahora, lateadas- y ella me dijo que resentía no haber sido más loca, más reventada, porque por mucho que una se pueda arrepentir después -si es que una se arrepiente- igual eso no se quita, ¿me entendís?, onda ''lo comido y lo bailado'' porque para qué vamos a andar con huevas, entre pasarlo bien y pasarlo mal, mucho mejor bien, ¿no encontrai? Claro que eso fue antes de Juan Luis, meses antes. No sé, de repente creo que por eso hizo todo, para rebelarse por la mala suerte que tuvo, no sé quizás se agarró muy fuerte nomás, se autoconvenció. A lo mejor.... como que nada que ver que te cuente todo esto, no sé, como que no puedo dejar de hablar, de recordar... no puedo ser tan peladora, galla, tan re-concha-de-mi-madre, o sea, mal que mal, somos -fuimos- amigas, super amigas, yuntas y todo, ?¿tú sabís?, pero las cuestiones cambian, se ponen distintas...
Necesito otro más, ¿qué te parecen unos gin-tonics? Además hace un calor asqueroso. Ahí viene el compadre... dí, dos gin-tonics y unas cositas para picar, ¿tenís maní o nueces? Perfect. Gracias... Me perdí... ¡Ah ya!... Lo que pasa es que del grupo de mujeres del curso éramos las más fomes, te juro, si yo era más tranquila que una foto, aunque te parezca increíble. No éramos gansas sino más bien, como te digo, no sé, ''sanas'', tranquilein, ¿tú cachai?, como la Marcela Gutiérrez, de finanzas, así, de esa onda, pero menos gordas. Atracábamos super poco y eso que no nos faltaban oportunidades. En realidad, la que atracaba era yo -todavía no se me quita el hábito, huevona- ella sólo tuvo una caída con el Javier Hamilton en un retiro en Punta de Tralca, pero después volvieron al colegio y nada. Una pena porque era bien bueno el Hamilton, onda rebelde, pasaba todo el invierno esquiando. No iba nunca a clases, se juntaba con gallos del Marshall. Me acuerdo que se amarraba un pañuelo rojo en el pelo, a lo indio. Se veía el descueve. Además tenía un toque intelectual, lo que lo hacía aún más atractivo. Siempre se leía los best sellers de moda y me subrayaba las partes calientes para que así yo no tuviera que mamarme todo el libro. A mí, te digo, me trastornaba. Como que nadie podía agarrarlo así que me dio una ataque al pelo cuando la Rocío se metió con él. No le hablé durante una semana. Estaba más choreada que la mierda; no podía creerlo. Aparte de ese atraque con el Javier Hamilton, que a todo esto vive en Brasil, se apestó de Chile, de lo chico que es y se fue para allá y se dedica a dar clases de windsurf en un club mediterranée. Me lo contó una amiga que estuvo ahí para su luna de miel. Incluso hace de gigoló con las gringas que le pagan cualquier plata para que se las tire. Yo también pagaría, te digo Me encantaría verlo de nuevo. Ahora me acostaría con él, ni tonta. Siempre quise, pero nunca me atreví. Claro que el huevón nunca me lo pidió...
Aparte de este mino, entonces, pololeó primero con el Hugo Vaccaro, éste que se está por casar con la Virginia Artaza, la que salía en ese réclame de zapatos. Si sé, es última, no sé cómo la contrataron. Las feas siempre tienen más suerte. Con el Vaccaro pololeó en primer año, como tres meses, nada serio. Además cómo tener algo serio con ese tipo, tan blanco, parecía tuberculoso, no sé, me daba asco. Me carga la gente tan blanca. Se me imagina que nunca veranea. Después de esta cosa anduvo tranquila. Sólo ese atraque en las dunas con el huevón del Javier Hamilton. Hasta que el Juan Luis llegó a su life.
Me acuerdo que eso me cagó la siquis. Me la cagó harto, especialmente cuando caché que eso iba en serio y que yo tendría que quedarme sola no más, tocando el violín; sin tener a nadie serio. Tú que eres sola, galla, me entedis. Rápidamente capté la movida y me di cuenta que el Juan Luis era su hombre y que eran tal para cual. Si el tipo se juraba perfecto, el hijo que toda madre desea: todo compuesto, chalecos abotonados, viajes a Europa, fundo, estudiante de derecho, beato, de la onda de comulgar en la misa de doce. El Juan Luis, si tú quieres, me la arrebató. Me quitó a mi mejor amiga. Nunca tanto pero algo así. O sea, igual nos seguimos viendo esos dos años que aún quedaban de colegio; pero nunca de la misma forma.
Fue bien penca. Yo estaba más que choreada, quedándome los sábados en la casa viendo Noche de gigantes, esa parada, imagínate, no quería saber nada de nada. O sea, lo que se llama estar parqueada. Atroz. Así que decidí salir un par de veces con un amigo de Juan Luis, que también era polero, para airearme un poco y cachar la onda de la Rocío. El compadre que me tocó -si las citas a ciegas son lo peor, deberían prohibirlas- era una bosta. Para variar. Todo apretado como sacando pecho, entrando la guata, mostrando el poto y el paquete. No, si te digo, cada huevada que me ha tocado. Y para más remate era colorín, le transpiraban las manos, ¿sabís lo que es eso?, me pescaba la mano en el cine, ponte tú, y parecían gualetas mojadas, no sé, unas cosas frías, como pescados. Para buitrear. Por suerte no atraqué con él. Se llamaba Iván. Claro. Iván Chatwick, pariente de estos gallos gobiernistas; super de derecha. Mi viejo estaba chocho. Una vez salimos los cuatro al cine, vimos Gente como uno me acuerdo, título más que adecuado, y después pasamos al Otto Schop y el Juan Luis con el Iván se largaron a hablar de política, que los milicos y la oposición, dale que dale, como cuatro horas, no sé para qué hablaban tanto si los dos tenían las mismas ideas y no había que convencer a nadie, pero tú sabes como son estos gallos de derecha, de alguna manera tienen que sacar sus represiones para afuera, y comenzaron a tirarle mierda a la decé y a los comunistas, qué sé yo, no cachaba ni una, estaba más lateada. Lo que más me sorprendió fue que la Rocío se metió en la conversa y se lanzó contra Frei como si hubiera sido profesor suyo y chuchadas contra la U.P. y hablaron ene de la nueva Constitución y del plebiscito ese, ¿te acordai?, yo ni voté, no tenía edad. Igual hubiera votado que sí yo cacho, no tengo nada en contra el gobierno, en realidad no lo pesco pero, a decir verdad, a mi Pinocho no me ha hecho nada así que nada que ver que yo cote en contra de él o me ponga a alegar como los huevones de contabilidad que son unos rotos resentidos sociales. Lo que me sorprendió en todo caso era que la Rocío hablaba de Pinochet como si fuera ya lo máximo, onda Pinochet o nada, que si no hubiera sido por el golpe estaríamos todos plantando arroz por Colchagua y usando ojotas, que el país se salvó así por tan poco, que seríamos peor que Cuba, que el 14 de septiembre iban a matar a todos los momios, que eso estaba comprobado. Escuchándola hablar como hablaba caché que ya no era de mi onda, que se había pasado al bando intelectual y que el Juan Luis se la había enrgupido bien engrupida y ya no había nada que hacer.
Y así pasaron esos dos años, todo el día juntas en el colegio, estudiando para las pruebas, metidas en los mismos grupos de Biología o Castellano, pero después de la hora de once todo era Juan Luis, que a todo esto como un genio porque apenas tenía un año más que nosotras pero ya estaba en tercer año de derecho cuando la Rocío entró a la universidad. A la Universidad de Chile para su desgracias y la de sus viejos porque justo ese año hubo demasiados buenos puntajes y eso que ella tenía uno super bueno, mucho más que 700, pero no hubo caso. O la Chile o nada. Se matriculó en la Chile. No le quedaba otra.
La graduación no fue tan mala como dicen, la hicimos en el Sheraton y todo. Yo fui con un gallo bien estupendo, holandés, hijo del agregado cultural de la embajada, amigo de mi viejo, así que todas me miraban cagadas de envidia. Además, andaba con un vestido la raja, super rebajado. Me veía estupenda.
Después de la fiesta que duró toda la noche partimos a la playa. En caravana hasta llegar a Santo Domingo, a la casa de una compañera de curso. Yo con este gallo Horst nos metimos al mar en calzoncillos -yo en sostén, obvio- y eso nos escandalizó a todos. A mí eso me calentó más que la cresta y como andaba con ene trago, la Rocío me retó. Me dijo que las estaba cagando; que por favor me ubicara, que Juan Luis estaba furia y eso me emputeció. Desubicada de mierda. Todo porque el imbécil de Juan Luis no la tocaba, era más virgen que la chucha, pura paja, seguro. Armó medio escándalo y la manda de huevones se acercaron a ver qué pasaba. Yo, verde, te digo. Si nada que ver tanto hueveo, si uno se gradúa una sola vez, media cuestión que me bañe en calzones. Además, puchas, éramos amigas, ella me cachaba, si antes cada locura era festejada, nos cagábamos de la risa por todo ¿cachai? Imagínate que a ella le vino su primer período acá en mi casa. A ese nivel de intimidad, puh galla. Yo la consolé y le expliqué todo porque a la cartucha de su vieja le daba vergüenza ese tipo de cosas y nunca le dijo nada. Yo supe de su primer beso y ella igual, onda que nos prometimos una hermandad eterna; fue un domingo, a mí ya me había llegado la regla, así que estábamos chochas de ser mujeres por fin y como mis viejos andaban en el campo, saqué champaña de la bodega y celebramos y bailamos en sostenes y después nos empelotamos para mirarnos al espejo, nos pintamos como putas y hacíamos poses frente al espejo, a lo Playboy y nos tomábamos polaroids que después quemábamos y de puro reventadas agarrábamos almohadas y nos imaginábamos que eran compañeros de curso...
... Fue super loco... ninguna de las dos éramos calientes ni nada por el estilo, trece años, galla y después nunca tanto, pero ese día -puta que pasado el tiempo- decidimos que nuestra niñez ya estaba finalizada, que las Barbies y los Ken eran cosa del pasado, así que decidimos juntar todas las muñecas que teníamos, toda esa ropa en miniatura y regalársela a una prima de la Rocío. Nos había llegado la hora en que uno se pone a llorar por los gallos, hace diarios de vida, corazones en los cuadernos, llama por teléfono y cuelga. A mí ya me gustaban como tres compañeros de curso y como ocho de los de Tercero Medio, huevones de diecisiete que uno juraba eran los tipos más maduros del mundo. Éramos más tontas, más gansas. Coleccionábamos recortes de revistas, posters de la revista 19, fotos de los Bee Gees, del Peter Frampton, del de barba de Abba, qué sé yo, Shawn Cassidy, ese tipo de gallos. Esa noche de la curadera nos juramos ser amigas para siempre, no criticarnos, por eso ese día en Santo Domingo, yo toda mojada y la Rocío histérica, cambiada, con ataque de moral, hecha una furia porque me bañaba en calzones frente a todos, con un extranjero todavía que apenas conocía, qué iba a pensar de las chilenas, que éramos unas putas igual a las europeas, ella conocía Holanda y la juventud era un asco, toda drogada y punk, galla, y eso me sacó de quicio, me pareció una falta de respeto y la mandé a la mismísima chucha, le dije que estaba enferma, que el Juan Luis le había lavado el cerebro, que lo que a ella le hacía falta era una buena cacha y listo. La Rocío se dio media vuelta, me dijo: ''Dios sabrá qué futuro te espera; me das pena'' y yo partí de vuelta a la playa, pesqué al Horst, me lo atraqué en la arena cómo una ninfómana, urgida a cagar, nos fumamos unos buenos huiros y nos metimos a la casa, nos encerramos en una pieza y me culeó. Fue mi primera encamada y no sé si me gustó, sólo quería ver si yo era capaz, pero lo único que hice mientras el huevón estaba arriba mío sudando como un animal fue pensar en la Rocío, que ojalá hubiera estado ahí mirando y que el Juan Luis fuera el huevón que estuviera metiéndolo y sacándolo.
Por qué no me pasai otro pucho porfa... como que lo necesito... Pídete dos gins más, total, yo pago. No puedo cortarte el cuento ahora, tengo que seguir contándote. Déjame seguir.
Bueno, después de eso, como que se levantó una muralla, no nos llamábamos por teléfono aunque cada una se moría por hablar, esperando al lado de él viendo si sonaba. Y cuando llamaba hacía que la empleada contestara y tomara el recado. Le devolví la llamada varios días después. A todo esto, el Horst estaba más caliente conmigo y a mí francamente me apestaba. Me hacía recordar todo lo que pasó. Igual pasé un Año Nuevo con él, metida en la Gente que recién se había inaugurado. No sé por qué tenía la tincada que me iba a encontrar con la Rocío y su tropa de amistades nuevas. Después de la primera encamada, sólo lo hice una vez más con el Horst, en un motel con una feroz tina, bien de puta por Vicuña Mackenna abajo, pero fue bien como las huevas. No sentí nada. Nunca lo volví a ver. Por suerte.
La Rocío finalmente me llamó -creo que obligada por su mamá, que es super gente, amiga de mis viejos y de mi tío, que siempe compraba cosas de Hong Kong en la oficina de los Patiño- para convidarme a veranear unos días a la casa que habían arrendado en Cachagua. No sé por qué, pero fui. Fue el fin del fin. Todo muy diplomático, ¿cachai?, pero cero comunicación. Nada. Primero, estaba con su lindo. Piezas separadas, of course. Juan Luis me odiaba. Eso estaba más que claro, Segundo, nadie me pescaba. Toda su gente y sus amistades me hacían el vacío, apenas me saludaban. Todos se creían franceses veraneando en Mónaco, millonarios a cagar los culeados. Así que te podís imaginar esas dos semanas. Sola, en la playa, al lado de esta parejita que ni se miraban mucho para no correr peligro. Leí como loca ese verano. No había más que hacer. Si ni hay discoteque en esa playa; caminar, andar a caballo, jugar naipes. Horror. Leí ene, incluso como Lafourcade o el Pablo Huneeus. Para más remate ya habían salido los puntajes de la Prueba de Aptitud y a mí, para más remate, me había ido como el forro, último, y la Rocío medio ni que puntaje y hablaba por los poros que iba a estudiar sicología, tener su consulta privada, que le gustaría tener como pacientes a científicos y hombres de negocio que están sometidos a mucha presión. Yo mutis. Todos juraban que yo era una imbécil. Media huevá. Me da lo mismo lo que piensen de mí. Total, yo siempre pienso algo peor sobre ellos.
Por fin pude regresar a Santiago -metí chiva de estar con fiebre y de tener que buscar un lugar para estudiar alguna carrera ''no profesional''- y, te digo, nunca esta ciudad apestosa me pareció tan fabulosa y eso que hacía cualquier calor y las calles estaban vacías.
Así pasó el tiempo, yo entré al Manpower y ella -aquí comienza lo bueno-, por una jugada del destino, de pura mala suerte -o buena, nunca se podrá saber- queda en sicología, pero en la Chile. Horror en la familia, Juan Luis mudo, nadie quería aceptarlo. Lo importante, como le dijo su tía a mi vieja, era que no se pervirtiera, que eligiera a sus amistades con pinzas.
La vi después para su cumpleaños, en su casa, fui con un naval que conocí un fin de semana en Viña y poco menos que el Juan Luis se enamoró de él porque hablaron toda la noche de seguridad, de armamentos, sobre la guerra de las Malvinas que estaba de moda, si era verdad que Chile ayudó a Inglaterra. La reunión estuvo como fome, los típicos amigos de Juan Luis, como tres amigas de sicología: una galla argentina, una tipa bien pecosa y una rubia supertímida que me dijo que su escuela estaba plagada de comunistas y que lo único que hacían eran redactar cartas y denuncias, que no estudiaban nada y después los muy frescos les pedían sus cuadernos para fotocopiarlos. Al final terminaban sacando mejor notas que estas minas mateas. La rubia me contó que nadie quería al grupo de la Rocío y las otras gallas bien, que las miraban en menos, que las tildaban de ''Fachas Shopping Group'' y se reían de sus prejuicios burgueses. La más odiada era la Rocío que ni los saludaba y que se negaba a ir a los paseos a Cartagena, a los malones que duraban toda la noche y a esas peñas horrorosas con vino caliente y canciones de sangre y fusil. Incluso me contó que la Rocío tenía serios problemas con la comandante del curso, una tal Lía, que usaba una trenza a lo guerrillera y tenía como 30 años, antigua exiliada en Suecia que se metió a la mala a Chile y que dominaba toda la facultad de Filosofía. El problema fue que la Rocío organizó un grupo de gente para que no votaran por ella y se metieran a la Fecech, que era como la FEUC pero peor ya que la izquierda decía que eran puros fachos pagados por el gobierno para sapear, lo que era falso, pero igual quedó marcada. La rubia esta, que se llamaba Daisy y que era igual a la Inés Freire de compra, estaba enferma con la universidad y encontraba super injusto que por ser pinochetistas las trataran de fascistas, que una cosa no implicaba la otra.
Yo ese año me junté con el grupito de la Claudia Bascuñan que ahora está en el Bhif, secretaria de relaciones públicas; se acuesta con su jefe, lo pasa regio. Ese año, además conocí a Tomás, en unas clases nocturnas de inglés en el Norteamericano, así que mientras pololeaba con él -estaba super enamorada, bueno, eso creía, él estaba mucho más interesado en su financiera- ni me preocupé de la Rocío. La vi sólo un par de veces. Una vez nos topamos en una premiere, se juntaba plata para el Cema o algo así, nos encontramos y me acuerdo que la Rocío me dijo en el baño: ''Te felicito, bien estupendo tu Tomás''.
Mi mamá fue la que me contó lo de la repetición de la Rocío. La madre de ella se lo dijo y le confesó que lo lamentaba harto porque la Rocío se había esforzado muchísimo, pero que el ramo era colador y como su promedio no era bueno, se puso super nerviosa en el examen y cagó. Pero lo que la tenía emputecida era que un profesor de un ramo chico, optativo, la había hecho repetir solo por el hecho de ser de derecha; que era un amargado de oposición que de puro milagro estaba haciendo clases cuando lo que correspondía es que estuviera exiliado como el resto de los upelientos.
Por si eso fuero poco, el acabose era que no sólo debía repetir, sino que no podía pasar a segundo año hasta no tener aprobados esos famosos ramos. O sea, galla, iba a estar todo el próximo año parando el dedo con esos dos cursos. Y ahí cayó la bomba; la mamá de la Rocío le confidenció a la mía que la Pascua la tenía enferma de los nervios porque aparte de lo de la Rocío, el cabro chico estaba con hepatitis y no tenía un peso. La empresa iba de mal en peor, el boom se estaba acabando y con lo de la subida del dólar sus deudas aumentaban al doble, ya no había plata, nadie compraba cosas importadas, no había derecho, prometieron que se mantendría fijo para incentivar la economía, el nuevo local de Providencia les había costado una fortuna, y quien sabe qué iba a pasar.
A la vuelta de Tongoy, donde terminé con Tomás, mi mamá me puso al día: la Magdalena Aldunate la había invitado a tomar once y hasta se le puso a llorar. Emilio, el papá de la Rocío, se había arrancado del país, se cerraba el negocio, se declaraba en quiebra e iban a rematar todos los equipos estéreos que tenían acachados.
La huevá económica se fue agrandando hasta que les quitaron la casa -que estaba a nombre del viejo- así que se tuvieron que ir a las casas de los hermanos de la tía, repartirse como gitanos. Yo no vi a la Rocío, sólo supe que lo había tomado con ene madurez, ayudando a su vieja con el negocio de ropa de guagua que iniciaron en la casa de su tía Delta. También supe que la Rocío fue a hablar con la asistente social y que le dieron almuerzo gratis, le conseguían crédito fiscal para el próximo año, qué sé yo.
Un tiempo después me llamó la Virginia Adriasola, que también fue compañera de curso de la Rocío, Me dijo que la había visto con un tipo barbudo, de chaqueta de cotelé, atracando en el cine Normandie mientras veían una película europea super rara de una pareja que lo único que hace es hablar y deprimirse. La Virginia es medio intelectual pero ni tanto, nunca para andar con un gallo sólo por su interior, pero estudia teatro y taquillea por Bellavista y esos lugares raros y sigue tan peladora como en el colegio. La cuestión es que la Rocío salió del cine con un feroz grupo entre lana e izquierdista, típica onda humanista y partieron a El Castillo, un bar ultra bohemio y artesa que queda en Plaza Italia, lleno de putas y marihuaneros, de esos poetas que te tratan de vender sus versos impresos a cambio de un café. No podía creerlo Se lo conté a mi vieja y ésta con su sutileza acostumbrada, llamó a la mamá de la Rocío haciéndose que la llamaba para saludarla y como que la tía se pasó de chivera: que estaban mejor, que el tío vivía en Buenos Aires, le estaban yendo superbien, que los piluchos se vendían ene en Estados Unidos, exportaban y que Rocío estaba regio, cada día más hacendosa, tenía regias notas en esos dos ramos tontos, además estudiaba francés, ayudaba en un colegio de niños retardados y leía textos de sicología para ir adelantando.
Yo, por mi parte, caché que había gato encerrado. Me puse a averiguar y llamé a este colizón con que había salido -Iván- que ahora trabaja con su viejo en la fábrica de la familia y le saqué que el Juan Luis y la Rocío andaban como las huevas, que a ella le había afectado demasiado la quiebra y el desparramo de la familia, se moría de vergüenza y no quería saber de su pasado, se negaba a frecuentar los círculos sociales.
Yo en esa época entré a la oficina junto con la Tere Román. Claro que ella ahora gana el doble que yo. Anda a saber tú qué hizo para tener ese sueldazo. Mal que mal, es la secretaria del gerente del personal no más. Así que me metí firmeza a la oficina, tú sabis, empecé a andar con este argentino del que te conté. Incluso me fui con él tres semanas a Pichidangui. Me olvidé de todo por ene tiempo, más de un año te diría. Mi vieja me ponía al día con lo de la familia de la Rocío de tanto en tanto, aunque tampoco sabía mucho. Era como si la tierra se la hubiera tragado Lo único que pudo averiguar era que estaban bien pobres, no muertos de hambre, pero lo suficientemente cagados para tener que decirles chao a los restorantes franceses, a Cachagua, a comprarse la ropita en General Holley.
Después no supe nada más. Incluso se me olvidó. Hasta que fui al matrimonio de la Chichi Illanes, una amiga de toda la vida, que se casó regio, con un turco que la adora y que no es tan picante como todos dicen. A la salida de la iglesia me encontré con el Juan Luis quien andaba con una tipa que nunca había visto. Y de la mano. Lo saludé medio irónica y lo obligué a hacerse a un lado y decirme qué mierda estaba sucediendo. ''Mira'', me dijo, ''la huevá se acabó: la Rocío se transformó en una furia, en una puta, se atracó a todo su curso y se cree artesa, comunista, no tengo idea ni me interesa, la huevá se acabó y punto. Su pongo que ahora estarás contenta''. Y se fue, sin despedirse. Quedé más cachuda que la cresta.
Como nadie sabía nada, ni querían opinar al respecto, un día me arranqué un poco antes de la colación y partí a la escuela de sicología en Metro. Para qué te digo, estaba cagada de miedo, llena de chivas y excusas para justificar qué hacía ahí. Entré al lugar, que es último, todo rayado, lleno de afiches anunciando recitales. Ya se habían desatado los primeros boches, habían matado al general Urzúa, ¿te acordai?, al lado del Tavelli, así que imagínate el ambiente, parecía como en las películas de guerra, lleno de posters con el martillo y la hoz, fotos del Che, banderas de Nicaragua, unos dibujos del Tío Sam degollado. Le pregunté a un portero si había clases. Me dijo que no, que hasta mañana sólo quedaba poca gente en la biblioteca. Fui a mirar por siaca pero no estaba, sólo una galla rubia, esta misma galla que había conversado conmigo una vez en el cumpleaños de la Rocío. Me acerqué y le dije que si se acordaba de mí, ''Pero claro, me dijo, tú eres amiga de la Rocío Patiño''. Exacto. Se llamaba Daisy, Daisy Bennett. Me convidó al casino a tomarme un café. Después me invitó una cerveza.
''Así que no sabes nada'', me dijo. ''ven, sígueme un poco''. Me llevó hasta el diario mural del casino. No podía creerlo; había una foto -un afiche más bien, fotocopiado- de la Rocío con el pelo super largo y escarmenado con una bufanda tejida al cuello. Lo peor era la leyenda que estaba debajo de la foto: BASTA DE DESVARIOS. NECESITAMOS A ROCÍO. CANDIDATA MDP A VOCAL.
Es que no te lo podís imaginar. Estaba lela, no cachaba ni una. La Rocío candidata para el centro de alumnos y por la izquierda todavía, si tanta chuchada que les tiraba a los de la U.P., yo ya lo había visto, si Juan Luis y ella siempre decían que el error de los milicos había sido no haberlos matado a todos.
Resumo galla: la Rocío no sólo estaba en la campaña electoral sino que ya había estado presa varias veces por hacer barricadas y tirarles piedras a los pacos. Ya no vivía con sus tíos, sino con un grupo de compañeros de la escuela, en una casa destartalada por allá por Independencia, en la calle Maruri. Según la Daisy, ya nunca saludaba, despreciaba a la gente que antes había sido como ella, se veía super artesa, con chalecos chilotes que se trajo de su mochileo por el sur con un gallo de sicología, dirigente del Mapu. La Rocío, para dárselas de moderna o revolucionaria, se acostó con cada miembro de la Jota que había en la facultad; pero eso no quitaba que pololeara con un tipo super tranquilo, campesino, socialista o algo así, no militante, más de la onda del Florcita Motuda, no sé bien, que no mataba una mosca pero era seco para los discursos y para citar escritores y ensayistas. Este pololo además era menor -como tres años- y vivía con ella y un montón de gente más en esa casa que siempre estaba helada. La Daisy me contó que lo más insólito de todo era que este cabro Ismael, el pololo, en el fondo era tradicional, más bien moralista como buen político, pero aceptaba que la Rocío anduviera de uno en otro a pesar de estar embarazada de él.
Eso es ponerse al dá, ¿no creís? Este tipo, el padre de la guagua, Ismael, el mismo que vi, el otro día, el cantante punk. ¡Cáchate! Explícate ésa. Harto cambio para un chico que vino desde Maullín. Sign of the times, tú sabes. Bueno, resulta que pasaron ocho meses y a la Rocío que por muy roja que estaba seguía siendo una Patiño Aldunate, le bajó su crianza burguesa, la fue a ver su mamá, le llevó piluchos y todo, y se casó con el Ismael. A mí me cuesta creer que haya cambiado, yo no creo todo lo que dicen, imposible cambiar tanto, para mí efectivamente se trata de una maniobra, no sé, no entiendo. No estuve cerca cuando cambió. Todo lo he sabido por otros. Es raro.
Decidí ir a verla cuando nació la guagua. Un niñito. Le puso Víctor, por el cantante ese que dicen que le cortaron las manos antes de matarlo. Llamé a varias compañeras de curso. Le fuimos a llevar regalos para el niñito. La casa era como de campo, todo de adobe y la Rocío se veía horrible, blanca y pecosa, sucia como si no se hubiera lavado la cara al despertar. Andaba con una túnica hindú, me acuerdo. Había varios amigos suyos, tipos de la peor calaña, con unas pintas de vagos y drogadictos que no se la podían. Eran como esos gallos que venden pulseras frente al Copella. Ese toque. La Rocío estabs sobre su cama -un colchón en el sulo-, con la guagua en sus brazos, dándole de mamar delante de todos. El cabro era super rico, eso sí, super vivo, como que se reía y me acuerdo que pensé ''de qué se reirá el pobrecito''.
Mis amigas estaban verdes de impresión. Un tipo con una barba rara nos ofreció un sorbo de mate pero nos dio asco. Hacía un frío, eso sí, espantoso. El viento se colaba por las ventanas. Tenía ganas de tomar algo caliente pero no me atreví. Lo que si había era pisco. O grapa. La Rocío fue amable pero distante. Nunca trató de incorporarnos al grupo, lo que por un lado estuvo bien porque se cachaba que nosotras le parecíamos un chiste a todos sus comprometidos. Pronto empezaron a hablar de política, de la dictadura. Nosotras mudas. Me fijé en un feroz poster que había sobre su cabecera, de esta cuestión de los desaparecidos, unas cien caras -ojos- mirándome, unos rostros en blanco y negro enojados, rabioso y me dije a mí misma que la Rocío era realmente otra persona, lo opuesto a la que conocí, capaz de dormir, de hacer el amor, de criar a su hijo bajo esos ojos que la acechan noche y día, que no la dejan tranquila, que le claman justicia y venganza las veinticuatro horas.
Nos despedimos fríamente. Nos agradeció los regalos e Ismael salió a dejarnos a la puerta y me habló bastante, que la Rocío siempre le había conversado sobre mí, que gracias por todo, los regalos le venían como anillo al dedo ya que estaban sin un peso. Este gallo, Ismael, se veía tan tierno e inocente con el niño en sus brazos, parecía como de quince años, parecía más su hermano que su hijo. No podía creer que fuera rojo, que odiara la burguesía, que viviera en ese refugio de terroristas. Era tan amable, con una sonrisa enferma de sana, ingenua. Le dije que cualquier cosa que me llamara y le dejé mi tarjeta. Lo felicité por el niño.
Esa fue la última vez que vi a la Rocío con vida.
A veces pienso que uno hace las cosas que tiene que hacer en ese momento y le parece bien, que es lo correcto, pero tiempo después uno se da cuenta que las cagó, que jamás debió hacerlo, pero que ya es tarde para echarse trás porque ya no hay nada que hacerle, lo pasado, pasado. Pero hiciste lo que tuviste que hacer. Si no lo hubieras hecho, hubierai sido cobarde, te hubierai traicionado a ti misma y todavía estarías arrepintiéndote. Da lo mismo que eso era una huevá con patas. Como cuando me acosté con el Horst. Una estupidez que tuvo cero trascendencia. Quizás ahora me arrepienta un poco, pero tuve que hacerlo justo ese día a esa hora. No otro. ¿Cachai? De repente creo que es una onda así le sucedió a la Rocío: se metió en un rollo ajeno. Ella creyó que eso era lo que tenía que hacer para no reventar y así lo hizo. Por eso, a pesar de todo, la respeto.
¿Has leído eso que salió en los diarios?, ¿lo de la bomba de la municipalidad de Peñalolén? Esa que mató a varias personas, incluyendo a la que le puso. ¿Te acordai? ¿Adivina? Exacto. Fue ella.
Mira, tengo todos los recortes en la cartera. Rocío Patiño, 24 años. Ismael me lo contó todo. Pero él no cree. O sea, yo tampoco; es decir, creemos que es ella la muerta, pero no se ha comprobado. No quedó nada, ni un hueso: sólo su carnet. Lo que es raro, ¿no te parece? Que hasta los huesos estallen y el carnet, no. Mira, esto es bien confidencial, tú sabís que yo no creo cualquier cosa y sé que está lleno de terroristas, cosa de ver los apagones, las bombas, pero no sé, de repente tanta cosa que se dice. Esos muertos... ¿realmente caen en los enfrentamientos? Si no hubiera tanta violencia quizás no serían tan..., no sé, no pasaría todo esto y la Rocío quizás estaría aquí... No puedo entener, digan lo que digan, la razón de por qué. por qué la Rocío abandonó la escuela, al Ismael y al Víctor, partió no más. Así, se fue y no le dijo nada a nadie, dejó al niño con su madre unos días antes y después no se supo más. Cinco meses, desaparecida. Averiguaron con los pacos, con los tiras, con la CNI. Nunca dijeron nada. Tú sabes, nunca dicen nada, sólo anotan, se supone que es secreto de Estado. Ismael, a todo esto, estaba deshecho, dejó la universidad, se viró de la política cuando el partido le dijo que no averiguara tanto. Ahí sospechó algo. No recuerdo mucho, me habló tanto el otro día, se puso a llorar, andaba con ácido, creo. Por suerte su hijo está bien, con la tía Magdalena. Ismael supo ene rumores sobre la Rocío, no sabía qué creer: que estaba fuera de Chile -ojalá, te digo, ojalá-, pero también que la vieron en Valparaíso, en una población arriba de un cerro, que estaba presa en San Miguel, en la calle Dieciocho, que la interrogaron y delató a sus camaradas, que compañeros de la Facultad habían sido allanados, secuestrados, que la vieron en un sótano, unas amigas que fueron torturadas la vieron, que estaba en Argentina trabajando para la guerrilla, estuvo con gente del comando de mártires, que se les fue en la picana, que tuvo otro hijo, que tomó cursos de explosivos, que puso la bomba, que la amarraron en el baño, que era una asesina, que la asesinaron, alguien colocó el carnet, que siempre había sido una informante, que unos agentes le pagaban por hacerse la roja, que con esa plata mantenía a su familia, que ahora vive en Brasil con otro nombre y otra cara, trabaja para la embajada de Paraguay, que era del MIR, del Frente, que fue una traidora, una sapa, una mártir, que realmente murió, que murió por la causa, que no murió.
¿Y tú, galla, que creís?
A la vuelta de Tongoy, donde terminé con Tomás, mi mamá me puso al día: la Magdalena Aldunate la había invitado a tomar once y hasta se le puso a llorar. Emilio, el papá de la Rocío, se había arrancado del país, se cerraba el negocio, se declaraba en quiebra e iban a rematar todos los equipos estéreos que tenían acachados.
La huevá económica se fue agrandando hasta que les quitaron la casa -que estaba a nombre del viejo- así que se tuvieron que ir a las casas de los hermanos de la tía, repartirse como gitanos. Yo no vi a la Rocío, sólo supe que lo había tomado con ene madurez, ayudando a su vieja con el negocio de ropa de guagua que iniciaron en la casa de su tía Delta. También supe que la Rocío fue a hablar con la asistente social y que le dieron almuerzo gratis, le conseguían crédito fiscal para el próximo año, qué sé yo.
Un tiempo después me llamó la Virginia Adriasola, que también fue compañera de curso de la Rocío, Me dijo que la había visto con un tipo barbudo, de chaqueta de cotelé, atracando en el cine Normandie mientras veían una película europea super rara de una pareja que lo único que hace es hablar y deprimirse. La Virginia es medio intelectual pero ni tanto, nunca para andar con un gallo sólo por su interior, pero estudia teatro y taquillea por Bellavista y esos lugares raros y sigue tan peladora como en el colegio. La cuestión es que la Rocío salió del cine con un feroz grupo entre lana e izquierdista, típica onda humanista y partieron a El Castillo, un bar ultra bohemio y artesa que queda en Plaza Italia, lleno de putas y marihuaneros, de esos poetas que te tratan de vender sus versos impresos a cambio de un café. No podía creerlo Se lo conté a mi vieja y ésta con su sutileza acostumbrada, llamó a la mamá de la Rocío haciéndose que la llamaba para saludarla y como que la tía se pasó de chivera: que estaban mejor, que el tío vivía en Buenos Aires, le estaban yendo superbien, que los piluchos se vendían ene en Estados Unidos, exportaban y que Rocío estaba regio, cada día más hacendosa, tenía regias notas en esos dos ramos tontos, además estudiaba francés, ayudaba en un colegio de niños retardados y leía textos de sicología para ir adelantando.
Yo, por mi parte, caché que había gato encerrado. Me puse a averiguar y llamé a este colizón con que había salido -Iván- que ahora trabaja con su viejo en la fábrica de la familia y le saqué que el Juan Luis y la Rocío andaban como las huevas, que a ella le había afectado demasiado la quiebra y el desparramo de la familia, se moría de vergüenza y no quería saber de su pasado, se negaba a frecuentar los círculos sociales.
Yo en esa época entré a la oficina junto con la Tere Román. Claro que ella ahora gana el doble que yo. Anda a saber tú qué hizo para tener ese sueldazo. Mal que mal, es la secretaria del gerente del personal no más. Así que me metí firmeza a la oficina, tú sabis, empecé a andar con este argentino del que te conté. Incluso me fui con él tres semanas a Pichidangui. Me olvidé de todo por ene tiempo, más de un año te diría. Mi vieja me ponía al día con lo de la familia de la Rocío de tanto en tanto, aunque tampoco sabía mucho. Era como si la tierra se la hubiera tragado Lo único que pudo averiguar era que estaban bien pobres, no muertos de hambre, pero lo suficientemente cagados para tener que decirles chao a los restorantes franceses, a Cachagua, a comprarse la ropita en General Holley.
Después no supe nada más. Incluso se me olvidó. Hasta que fui al matrimonio de la Chichi Illanes, una amiga de toda la vida, que se casó regio, con un turco que la adora y que no es tan picante como todos dicen. A la salida de la iglesia me encontré con el Juan Luis quien andaba con una tipa que nunca había visto. Y de la mano. Lo saludé medio irónica y lo obligué a hacerse a un lado y decirme qué mierda estaba sucediendo. ''Mira'', me dijo, ''la huevá se acabó: la Rocío se transformó en una furia, en una puta, se atracó a todo su curso y se cree artesa, comunista, no tengo idea ni me interesa, la huevá se acabó y punto. Su pongo que ahora estarás contenta''. Y se fue, sin despedirse. Quedé más cachuda que la cresta.
Como nadie sabía nada, ni querían opinar al respecto, un día me arranqué un poco antes de la colación y partí a la escuela de sicología en Metro. Para qué te digo, estaba cagada de miedo, llena de chivas y excusas para justificar qué hacía ahí. Entré al lugar, que es último, todo rayado, lleno de afiches anunciando recitales. Ya se habían desatado los primeros boches, habían matado al general Urzúa, ¿te acordai?, al lado del Tavelli, así que imagínate el ambiente, parecía como en las películas de guerra, lleno de posters con el martillo y la hoz, fotos del Che, banderas de Nicaragua, unos dibujos del Tío Sam degollado. Le pregunté a un portero si había clases. Me dijo que no, que hasta mañana sólo quedaba poca gente en la biblioteca. Fui a mirar por siaca pero no estaba, sólo una galla rubia, esta misma galla que había conversado conmigo una vez en el cumpleaños de la Rocío. Me acerqué y le dije que si se acordaba de mí, ''Pero claro, me dijo, tú eres amiga de la Rocío Patiño''. Exacto. Se llamaba Daisy, Daisy Bennett. Me convidó al casino a tomarme un café. Después me invitó una cerveza.
''Así que no sabes nada'', me dijo. ''ven, sígueme un poco''. Me llevó hasta el diario mural del casino. No podía creerlo; había una foto -un afiche más bien, fotocopiado- de la Rocío con el pelo super largo y escarmenado con una bufanda tejida al cuello. Lo peor era la leyenda que estaba debajo de la foto: BASTA DE DESVARIOS. NECESITAMOS A ROCÍO. CANDIDATA MDP A VOCAL.
Es que no te lo podís imaginar. Estaba lela, no cachaba ni una. La Rocío candidata para el centro de alumnos y por la izquierda todavía, si tanta chuchada que les tiraba a los de la U.P., yo ya lo había visto, si Juan Luis y ella siempre decían que el error de los milicos había sido no haberlos matado a todos.
Resumo galla: la Rocío no sólo estaba en la campaña electoral sino que ya había estado presa varias veces por hacer barricadas y tirarles piedras a los pacos. Ya no vivía con sus tíos, sino con un grupo de compañeros de la escuela, en una casa destartalada por allá por Independencia, en la calle Maruri. Según la Daisy, ya nunca saludaba, despreciaba a la gente que antes había sido como ella, se veía super artesa, con chalecos chilotes que se trajo de su mochileo por el sur con un gallo de sicología, dirigente del Mapu. La Rocío, para dárselas de moderna o revolucionaria, se acostó con cada miembro de la Jota que había en la facultad; pero eso no quitaba que pololeara con un tipo super tranquilo, campesino, socialista o algo así, no militante, más de la onda del Florcita Motuda, no sé bien, que no mataba una mosca pero era seco para los discursos y para citar escritores y ensayistas. Este pololo además era menor -como tres años- y vivía con ella y un montón de gente más en esa casa que siempre estaba helada. La Daisy me contó que lo más insólito de todo era que este cabro Ismael, el pololo, en el fondo era tradicional, más bien moralista como buen político, pero aceptaba que la Rocío anduviera de uno en otro a pesar de estar embarazada de él.
Eso es ponerse al dá, ¿no creís? Este tipo, el padre de la guagua, Ismael, el mismo que vi, el otro día, el cantante punk. ¡Cáchate! Explícate ésa. Harto cambio para un chico que vino desde Maullín. Sign of the times, tú sabes. Bueno, resulta que pasaron ocho meses y a la Rocío que por muy roja que estaba seguía siendo una Patiño Aldunate, le bajó su crianza burguesa, la fue a ver su mamá, le llevó piluchos y todo, y se casó con el Ismael. A mí me cuesta creer que haya cambiado, yo no creo todo lo que dicen, imposible cambiar tanto, para mí efectivamente se trata de una maniobra, no sé, no entiendo. No estuve cerca cuando cambió. Todo lo he sabido por otros. Es raro.
Decidí ir a verla cuando nació la guagua. Un niñito. Le puso Víctor, por el cantante ese que dicen que le cortaron las manos antes de matarlo. Llamé a varias compañeras de curso. Le fuimos a llevar regalos para el niñito. La casa era como de campo, todo de adobe y la Rocío se veía horrible, blanca y pecosa, sucia como si no se hubiera lavado la cara al despertar. Andaba con una túnica hindú, me acuerdo. Había varios amigos suyos, tipos de la peor calaña, con unas pintas de vagos y drogadictos que no se la podían. Eran como esos gallos que venden pulseras frente al Copella. Ese toque. La Rocío estabs sobre su cama -un colchón en el sulo-, con la guagua en sus brazos, dándole de mamar delante de todos. El cabro era super rico, eso sí, super vivo, como que se reía y me acuerdo que pensé ''de qué se reirá el pobrecito''.
Mis amigas estaban verdes de impresión. Un tipo con una barba rara nos ofreció un sorbo de mate pero nos dio asco. Hacía un frío, eso sí, espantoso. El viento se colaba por las ventanas. Tenía ganas de tomar algo caliente pero no me atreví. Lo que si había era pisco. O grapa. La Rocío fue amable pero distante. Nunca trató de incorporarnos al grupo, lo que por un lado estuvo bien porque se cachaba que nosotras le parecíamos un chiste a todos sus comprometidos. Pronto empezaron a hablar de política, de la dictadura. Nosotras mudas. Me fijé en un feroz poster que había sobre su cabecera, de esta cuestión de los desaparecidos, unas cien caras -ojos- mirándome, unos rostros en blanco y negro enojados, rabioso y me dije a mí misma que la Rocío era realmente otra persona, lo opuesto a la que conocí, capaz de dormir, de hacer el amor, de criar a su hijo bajo esos ojos que la acechan noche y día, que no la dejan tranquila, que le claman justicia y venganza las veinticuatro horas.
Nos despedimos fríamente. Nos agradeció los regalos e Ismael salió a dejarnos a la puerta y me habló bastante, que la Rocío siempre le había conversado sobre mí, que gracias por todo, los regalos le venían como anillo al dedo ya que estaban sin un peso. Este gallo, Ismael, se veía tan tierno e inocente con el niño en sus brazos, parecía como de quince años, parecía más su hermano que su hijo. No podía creer que fuera rojo, que odiara la burguesía, que viviera en ese refugio de terroristas. Era tan amable, con una sonrisa enferma de sana, ingenua. Le dije que cualquier cosa que me llamara y le dejé mi tarjeta. Lo felicité por el niño.
Esa fue la última vez que vi a la Rocío con vida.
A veces pienso que uno hace las cosas que tiene que hacer en ese momento y le parece bien, que es lo correcto, pero tiempo después uno se da cuenta que las cagó, que jamás debió hacerlo, pero que ya es tarde para echarse trás porque ya no hay nada que hacerle, lo pasado, pasado. Pero hiciste lo que tuviste que hacer. Si no lo hubieras hecho, hubierai sido cobarde, te hubierai traicionado a ti misma y todavía estarías arrepintiéndote. Da lo mismo que eso era una huevá con patas. Como cuando me acosté con el Horst. Una estupidez que tuvo cero trascendencia. Quizás ahora me arrepienta un poco, pero tuve que hacerlo justo ese día a esa hora. No otro. ¿Cachai? De repente creo que es una onda así le sucedió a la Rocío: se metió en un rollo ajeno. Ella creyó que eso era lo que tenía que hacer para no reventar y así lo hizo. Por eso, a pesar de todo, la respeto.
¿Has leído eso que salió en los diarios?, ¿lo de la bomba de la municipalidad de Peñalolén? Esa que mató a varias personas, incluyendo a la que le puso. ¿Te acordai? ¿Adivina? Exacto. Fue ella.
Mira, tengo todos los recortes en la cartera. Rocío Patiño, 24 años. Ismael me lo contó todo. Pero él no cree. O sea, yo tampoco; es decir, creemos que es ella la muerta, pero no se ha comprobado. No quedó nada, ni un hueso: sólo su carnet. Lo que es raro, ¿no te parece? Que hasta los huesos estallen y el carnet, no. Mira, esto es bien confidencial, tú sabís que yo no creo cualquier cosa y sé que está lleno de terroristas, cosa de ver los apagones, las bombas, pero no sé, de repente tanta cosa que se dice. Esos muertos... ¿realmente caen en los enfrentamientos? Si no hubiera tanta violencia quizás no serían tan..., no sé, no pasaría todo esto y la Rocío quizás estaría aquí... No puedo entener, digan lo que digan, la razón de por qué. por qué la Rocío abandonó la escuela, al Ismael y al Víctor, partió no más. Así, se fue y no le dijo nada a nadie, dejó al niño con su madre unos días antes y después no se supo más. Cinco meses, desaparecida. Averiguaron con los pacos, con los tiras, con la CNI. Nunca dijeron nada. Tú sabes, nunca dicen nada, sólo anotan, se supone que es secreto de Estado. Ismael, a todo esto, estaba deshecho, dejó la universidad, se viró de la política cuando el partido le dijo que no averiguara tanto. Ahí sospechó algo. No recuerdo mucho, me habló tanto el otro día, se puso a llorar, andaba con ácido, creo. Por suerte su hijo está bien, con la tía Magdalena. Ismael supo ene rumores sobre la Rocío, no sabía qué creer: que estaba fuera de Chile -ojalá, te digo, ojalá-, pero también que la vieron en Valparaíso, en una población arriba de un cerro, que estaba presa en San Miguel, en la calle Dieciocho, que la interrogaron y delató a sus camaradas, que compañeros de la Facultad habían sido allanados, secuestrados, que la vieron en un sótano, unas amigas que fueron torturadas la vieron, que estaba en Argentina trabajando para la guerrilla, estuvo con gente del comando de mártires, que se les fue en la picana, que tuvo otro hijo, que tomó cursos de explosivos, que puso la bomba, que la amarraron en el baño, que era una asesina, que la asesinaron, alguien colocó el carnet, que siempre había sido una informante, que unos agentes le pagaban por hacerse la roja, que con esa plata mantenía a su familia, que ahora vive en Brasil con otro nombre y otra cara, trabaja para la embajada de Paraguay, que era del MIR, del Frente, que fue una traidora, una sapa, una mártir, que realmente murió, que murió por la causa, que no murió.
¿Y tú, galla, que creís?
1 Menstruaciones dolorosas:
Nadie decente dice "reclame" se nota que esto lo escribió alguien en burla y no me parece
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